Mi nombre es Marina Rodríguez Ibarra y estas líneas las escribo para que puedas conocerme un poco más.
Desde que tengo memoria los animales forman una parte fundamental en mi vida.
Me he criado en una familia de agrónomos por parte de madre y de fotógrafos por parte de mi padre, y desde muy pequeña he vivido rodeada de animales y en medio de la naturaleza.
He vivido en Argentina 30 años, edad en la que decidí irme de mi país con mis perros, mi gata, una maleta y mi equipo fotográfico, para darle rienda suelta a mi pasión, la fotografía de vida salvaje.
Desde el 2019 vivo en España con mi perra India y mi gata Blacky. Apolo nos ha dejado en el 2020, pero su recuerdo vive con nosotras día a día.
Toda mi formación se ha mantenido en la misma línea, soy técnica superior en gestión ambiental, graduada de FAECC en Buenos Aires, Argentina en 2017.
En cuanto a mis conocimientos en fotografía he aprendido con cámara en mano y un curso básico para saber cómo funcionaba una cámara, pero principalmente fue ir probando, fallando y volviendo a intentar.
Recuerdo que, en mi último año de secundaria, mis profesores me apodaban “camarita” ya que siempre llevaba conmigo una cámara de fotos.
Lo recuerdo como si hubiera sido ayer, era una Sony DSC-W90, regalo que me hizo mi madre cuando regreso de un viaje a EEUU.
Era mi primera cámara, lo que no sabíamos, es que sería un viaje de ida y la puerta de entrada a un mundo que me depararía hermosos e inolvidables momentos.
Uniendo estas dos aristas, intento que mis fotografías sean una herramienta para generar sentido de pertenencia, el cual es totalmente necesario para poder cuidar lo que nos rodea.
Creo profundamente que no se puede querer lo que no se conoce, ni cuidar lo que no se quiere.
Mi lema es “Conocer para amar, amar para proteger”.
Me interesa aportar mi granito de arena desde mi lugar, mis conocimientos y experiencia, con la premisa de hacerlo viendo el vaso medio lleno y no desde el miedo y pánico, ese que muchas veces paraliza y desanima.
Si a través de una foto puedo motivar, aunque sea a una sola persona, habré logrado mucho, y quien sabe, comenzar así un efecto dominó, que tenga impacto positivo en los demás y por consiguiente en nuestro entorno.
Se nos ha dado el privilegio de ser testigos y parte de este entorno diverso.
Tenemos, como especie, el deber de respetarlo y apreciarlo, y si somos lo suficientemente humildes, aprender de él.